Sad boy sits alone.
  • ¿Qué es el abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes?

Es cuando se los involucra en actividades sexuales que no llegan a comprender totalmente y para las que no están evolutivamente maduros y en condiciones de dar consentimiento. Así lo explica Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas y coautora del libro “Romper el silencio. Por infancias y adolescencias libres de violencia sexual”.

En otras palabras, es la intromisión de la sexualidad adulta en el cuerpo y el psiquismo de las chicas y los chicos. “No debemos olvidar que no son comportamientos consensuados aún cuando el niño no se resista, ya que este tipo de violencia incluye tanto el coaccionar o forzar como la persuasión”, detalla la especialista.

En la inmensa mayoría de los casos, los agresores son parte del entorno familiar y social de las chicas y los chicos, como padres, abuelos, tíos y hermanos, entre otros vínculos cercanos.

Las psicólogas Victoria Gándara y Dolores Steverlynck, cofundadoras junto a Ongini del Centro de Asistencia y Prevención del Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia, subrayan que siempre existe o se genera:

Una asimetría de poder, conocimiento y gratificación entre el agresor y la niña, niño o adolescente, independiente del modo en que se ejerza la coerción.
Un doble daño, el que se produce en el vínculo sometedor-sometido y el que se relaciona con la exposición a la sexualidad adulta.
Un idioma que el niño, niña o adolescente no puede decodificar ni con su cuerpo ni con su subjetividad, por eso se inscribe como traumático.
Un vínculo abusivo, un enclave tramposo, porque las chicas y los chicos desde muy pequeños tienden a ver a esos adultos como “omnipotentes, omnipresentes y omniscientes”, y hasta pasada la adolescencia hay cierta literalidad en el pensamiento que hace que lo que es considerado bueno, bello y verdadero esté dictado por esos cuidadores. De ahí la gran dificultad para salir de la trampa.

De hecho, desde ARALMA estiman que las víctimas tardan 20 años aproximadamente en poner en palabras la violencia sufrida. Sonia Almada, psicoanalista y fundadora de esa asociación civil, sostiene: “Hablan cuando y como pueden. La mayoría de las veces las niñas y los niños no comprenden lo que les está sucediendo y en muchos casos ni siquiera tienen las palabras para contarlo, porque no tienen la significación, sobre todo cuando son bebés o muy pequeños. Pero siempre, en todos los casos y por las características propias de este delito, necesitan mucho tiempo”. Por eso es tan importante que los chicos cuenten con adultos responsivos a los que puedan develarles de la violencia y que actúen de forma correcta y oportuna.

  • ¿Qué tipos de abusos existen?

Desde Unicef, subrayan que hay distintas formas de violencia sexual, agrupadas en las que implican un contacto físico y las que no lo requieren.

Con contacto físico:
● Los manoseos y frotamientos están entre los más frecuentes, como así también los besos sexuales en los genitales, zona anal o pechos de las chicas y los chicos.
● Incitarlos a que les realicen esas conductas a los adultos, por encima o por debajo de la ropa.
● El coito interfemoral (entre los muslos), la penetración sexual o su intento, por vía vaginal, anal y bucal con dedos, objetos o miembro masculino.

Sin contacto físico:
● Comentarios sexualizados hacia las niñas, niños y adolescentes.
● Indagaciones inapropiadas acerca de su intimidad sexual.
● Exhibicionismo, como por ejemplo cuando el agresor muestra sus genitales.
● Exponerlos a pornografía.
● Instar a que los niños tengan sexo entre sí, filmarlos o fotografiarlos en poses sexuales o desnudos (para producir material de explotación de sexual).
● Inducción a que la niña, niño o adolescente se desnude o masturbe frente al agresor.
● Contactarlos por internet con propósitos sexuales (grooming).

Más allá de estos ejemplos, en todos los casos la violencia sexual se va a inscribir en las víctimas de forma traumática. En ese sentido, la psiquiatra Silvia Ongini reflexiona: “Existe la creencia de que algunas conductas implican ‘un poquito’ y otras ‘un gran’ abuso. Esto es falso. El abuso es siempre abuso y nunca debe ser minimizado”.

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