¿Cuán frecuentes son los suicidios en la Argentina?
En Argentina, muere una persona cada tres horas por suicidio, según el último informe de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud, que depende del Ministerio de Salud de la Nación. En 2021, hubo en total 2865 suicidios, lo que representa 6 muertes cada 100 mil habitantes. Para entender la dimensión y gravedad del tema, sirve exponer que la cifra superó la cantidad de fallecimientos ocurridos ese mismo año a causa de otras enfermedades como bronquitis y bronquiolitis agudas, apendicitis y malformaciones congénitas.
Hay otro dato que alarma: del total de suicidios, 68 fueron de niños y niñas de 10 a 14 años; 301 de adolescentes de 15 a 19; 410 de jóvenes de 20 a 24 y 365 de adultos de 25 a 29. En el caso de los suicidios en jóvenes y adolescentes, las curvas de los últimos años van siempre hacia arriba, dejando al descubierto lo preocupante de este fenómeno social y de salud pública. De hecho, es la segunda causa de muerte por causas externas (detrás de los siniestros viales) entre los 15 y 29 años.
¿Por qué los adolescentes son el grupo más vulnerable?
Si bien inciden varios factores, es una etapa de mucha vulnerabilidad neurobiológica, “donde el pasaje al acto puede ser más fácil porque hay una predisposición biológica”, explica Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas. En los varones “existe una mayor facilitación de la impulsividad”, explica la especialista. Además, el adolescente tiene “un repliegue emocional y afectivo, a lo que suman cambios subjetivos, conductuales y sociales”. Como sus colegas, después de la pandemia Ongini empezó a recibir muchas más consultas de adolescentes que se sienten solos, deprimidos, que “no le ven salida”. Además, agrega que “en los varones jóvenes, lo que se ve mucho es la falta de registro de las cuestiones emocionales por parte de los padres o la escuela, por ejemplo”.
Sobre las mujeres, en las últimas décadas, la edad de inicio de la pubertad descendió mucho y hoy ronda los 12 años. Aunque los motivos todavía son investigados, los especialistas consideran que es posible que haya impactado en la crisis de salud mental de adolescentes. “Con el desarrollo puberal hay cambios en el cerebro que hacen que maduren áreas del cuerpo que dependen de las hormonas; pero hay áreas del cerebro, como la prefrontal, que son las responsables de las funciones ejecutivas como la toma de decisiones, que van a tardar más en madurar. Entonces, se genera un desfase”, detalla Ongini. Y profundiza: “Si a una persona que no tiene esas capacidades maduras la exponemos a situaciones que aún no está en condiciones de afrontar, es muy probable que termine con conductas que lo pongan en situaciones de riesgo”.
En ese sentido, las nuevas tecnologías son determinantes. La distancia que existe entre los estímulos e información que reciben los adolescentes, por ejemplo, a través de las redes sociales y su posibilidad de procesarlos puede resultar nociva.
A todo esto hay que sumar las secuelas de la pandemia. El aislamiento social; la pérdida de rutinas, de estructuras y de sostenes extrafamiliares (escuelas, clubes y socialización en general); la crisis económica; los cambios en la alimentación y las horas de sueño fueron factores muy perjudiciales para los adolescentes.
“La ausencia de un proyecto vital, esa construcción que se hace en la adolescencia y es uno de los mayores pilares de vida, está fragilizado al máximo por la situación socioeconómica y por la incertidumbre que los adolescentes ven en la mayoría de los adultos”, asegura Diana Altavilla, doctora en Psicología y presidenta del capítulo Suicidio y Fenómenos Disruptivos de la Asociación Argentina de Salud Mental. Frente a eso, dice, “lo que aparece es un nivel de tolerancia a la frustración reducido al mínimo”.
¿Por qué hay más varones que se suicidan que mujeres?
Aunque las mujeres tienen más intentos, por cada suicidio de una chica, hay tres de un varón. El machismo, los roles y los estereotipos de género juegan, para los especialistas, un rol clave. Esas construcciones sociales que ponen a los hombres en un lugar de privilegio, tienen una contracara peligrosa para sí mismos porque ponen en riesgo su salud física y emocional.
“Ser fuerte y exitoso”, “no depender ni confiar de nadie”, “no demostrar sentimientos ni vulnerabilidad” y “hacer todo sin pedir ayuda” son algunas de las frases que repiten los jóvenes, lo que visibiliza el impacto del concepto hegemónico de masculinidad y del “mandato de la autosuficiencia” del que pocas veces se habla.
Esas son algunas de las conclusiones del informe Abordaje integral del suicidio en las adolescencias, publicado por la Dirección de Adolescencias y Juventudes del Ministerio de Salud de la Nación, junto a Unicef Argentina y la Sociedad Argentina de Pediatría. “En los varones, los suicidios son más frecuentes porque usan métodos más violentos y letales. Hay algo inherente a la condición de violencia que está muy atravesada por la cultura: el suicidio es una muerte violenta y todo lo relacionado con la violencia es más frecuente en el varón que en la mujer”, explica Silvia Bentolila, psiquiatra, sanitarista e integrante del Equipo Regional de respuesta frente a emergencias sanitarias OPS/OMS.
Bentolila marca que para el varón, hablar de lo que siente o lo que le pasa es sinónimo de debilidad. “No tenés que llorar” o “aguantátela” son reflejos de la presión que ejerce la sociedad patriarcal, que impone que “las mujeres son débiles y los varones fuertes”. “El machismo los desprotege, porque los obliga a tomar una actitud para estar acorde a esos estereotipos: por eso la deconstrucción cultural es tan importante”, agrega la psiquiatra.
Por eso es fundamental trabajar con las chicas y los chicos desde los primeros años, para que puedan resolver problemas juntos: “Los varones tienen una tendencia a expresar lo que sienten con el cuerpo, tienen vedado hacerlo con el habla y menos con el llanto. No hablan ni entre ellos. Hablar es considerado femenino, un signo de fragilidad, y pedir ayuda más todavía”, analiza Diana Altavilla, doctora en Psicología y presidenta del capítulo Suicidio y Fenómenos Disruptivos de la Asociación Argentina de Salud Mental, y sigue: “Por eso, tenemos que enseñarles que pedir ayuda es un signo de fortaleza: cuando lo logremos, vamos a generar un cambio. Y hay que hacerlo antes de la adolescencia, porque después, aunque se puede, es más difícil”.
Las personas que se suicidan, ¿antes sufren depresión?
El suicidio es siempre “el desenlace más trágico que se genera a partir de múltiples causas, problemáticas de salud mental y transtornos”, explica Manuel Vilapriño, psiquiatra y expresidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA). Y agrega: “La depresión es una más, sin ninguna duda importante por la prevalencia que tiene, pero no la única”. En síntesis, no toda persona que se suicida tenía previamente una depresión. Otras de las problemáticas con las que muchas veces se vinculan los suicidios son los trastornos bipolar y de ansiedad severos, los desórdenes de la personalidad y las adicciones. “Es muy importante entender que el camino por el cual se llega al suicidio desde el punto de vista psicopatológico es diferente”, resume el psiquiatra.
Por otro lado, agrega que si bien la mayoría de la gente piensa que “la persona que se suicida estaba deprimida” y aunque en muchos casos efectivamente es así, los cuadros depresivos más severos “a veces tienen menor tendencia al suicidio que otro tipo de cuadros”, porque para llegar a ese punto “hacen falta una serie de fenómenos clínicos que lleven a tomar una decisión tan determinante”. Y concluye: “Hay algunos casos donde ni siquiera encontramos una enfermedad o una justificación psicopatológica clara de base. Nunca es normal la ideación suicida y el intento de suicidio, porque para llegar a pensar un acto como ese, la persona tiene que haber transcurrido toda una serie de circunstancias donde se ha ido planteando la idea de que la muerte es una salida; pero tampoco necesariamente significa enfermedad”.