¿Qué es la violencia contra las mujeres?
Naciones Unidas define la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia de género que resulte o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada«.
“La violencia contra las mujeres abarca prácticas y actos a través de los cuales se las discrimina y somete y ésto sucede en diferentes ámbitos y en diferentes aspectos de la vida. Representan una vulneración a los derechos humanos y trascienden el ámbito privado e intrafamiliar. Afecta las libertades fundamentales, la dignidad, la seguridad, la intimidad. Implican el abuso y vulneración de derechos humanos por causa de relaciones desiguales mantenidas y reforzadas a través del patriarcado, un sistema de jerarquías que establece la superioridad del varón”, analiza Alejandra Vázquez, psicóloga especialista en la temática e integrante de la asociación civil Surcos.
Las estimaciones publicadas por la OMS indican que alrededor de una de cada tres mujeres en las Américas han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
Según datos del Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación, del 1 de enero al 31 de diciembre de 2023 se registraron 322 víctimas de femicidio confirmadas, entre los que incluyen 30 femicidios vinculados, 6 personas trans, 10 suicidios feminicidas y 28 casos de muertes violentas de mujeres en contexto de narcotráfico y crimen organizado.
¿Qué tipos de violencia contra las mujeres existen?
Psicológica: la ley de Protección Integral de las Mujeres (Nº 26.485) define a la violencia psicológica como aquella que causa daño emocional y disminuye la autoestima, que busca degradar o controlar las acciones de las mujeres, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso y hostigamiento. En definitiva, pretende sumisión. Desde el insulto, la indiferencia, el abandono y los celos excesivos hasta la ridiculización, la humillación y el control de movimientos.
Algunos ejemplos: revisar celulares y redes sociales, hablar mal de los amigos o familia de la mujer para ir aislándola o pedirle que no use determinada ropa para controlar su forma de vestir.
Física: es la forma más evidente de violencia. Se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo e incluye cualquier otra forma de maltrato que afecte su integridad corporal. Cuando se trata de un noviazgo violento en la adolescencia y según describe Ada Rico, presidenta de la Casa del Encuentro y directora Observatorio de Femicidios en Argentina, “es muy difícil que una chica conozca a un chico y de inmediato la violente físicamente porque saldría corriendo”. Al contrario, sigue Ada, “es un camino de control y más control hasta que si la pareja llega a consolidarse o si la chica queda embarazada, ahí empieza bruscamente el maltrato físico, porque él ya tiene asegurado que ella no se va a ir”. De esa forma, se explica cómo el círculo de la violencia no solo se retroalimenta, sino que suele ir in crescendo.
Sexual: la ley la define como cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o de otras relaciones vinculares o de parentesco, exista o no convivencia, así como la prostitución forzada, explotación, esclavitud, acoso, abuso sexual y trata de mujeres.
Económica: la mayoría de las denuncias por violencia económica o patrimonial recibidas en la Oficina de violencia doméstica de la Corte Suprema de la Nación (OVD) tienen que ver con varones que utilizan el dinero como forma de ejercer poder sobre el resto de la familia, que usufructúan el patrimonio común en beneficio propio o se niegan a pagar la cuota de alimento de sus hijos.
También existen otras formas más invisibilizadas, que no se denuncian e impactan de igual manera en la vida de las mujeres, como «la limitación o control de sus ingresos, así como la percepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo», según describe la ley. Así, a la inequidad salarial se le suma la carga desigual de tareas de cuidado y crianza en el hogar, la mayor chance de estar desocupada y de tener un trabajo precario o de caer en la pobreza. También incluye la pérdida, sustracción, destrucción o retención indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.
Simbólica: muchas veces, es la que resulta más difícil de identificar, ya que está inmersa en nuestra vida cotidiana, siendo reproducida, por ejemplo, por los medios de comunicación. Desde la Fundación Avon explican que es toda aquella que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. Avisos publicitarios que exponen a la mujer como única responsable de las tareas de cuidado en un hogar o como mero objeto de deseo, son solo algunos ejemplos.